Pedro Castillo, profesor izquierdista de una escuela rural, ganó este lunes la presidencia de Perú tras el más prolongado conteo electoral en 40 años y por poco más de 44 mil votos sobre la derechista Keiko Fujimori, quien recibió el apoyo de la élite empresarial y los medios de comunicación masiva.

Las autoridades electorales proclamaron su triunfo un mes y medio después de los comicios del 6 de junio, luego que las acusaciones de fraude impulsadas por Fujimori fueron desechadas y tras el conteo del 100 por ciento de votos donde el izquierdista quedó primero con 50.13 por ciento, por encima de Fujimori, quien obtuvo 49.87 por ciento. Castillo asumirá la presidencia el 28 de julio, en el Bicentenario de Perú.

Empuñando un lápiz del tamaño de un bastón, símbolo de su partido marxista Perú Libre, popularizó una frase poderosa —”no más pobres en un país rico”— entre los arruinados del país con la mayor tasa global de mortalidad per cápita por coronavirus y segundo productor mundial de cobre.

Castillo promete usar los ingresos de la minería y los hidrocarburos para mejorar los servicios públicos, entre ellos la salud y educación, luego que la pandemia desnudó su pésima calidad y dejó casi a unos 10 millones, casi la tercera parte del país, en la pobreza que retrocedió los avances de una década.

“Los que no tienen carro al menos una bicicleta deben llegar a tener”, dijo Castillo, de 51 años, a The Associated Press a mediados de abril en su casa de adobes en Anguía, el tercer distrito más pobre de Perú, en una de las escasas entrevistas otorgadas a medios internacionales.

Desde mayo moderó sus primeras propuestas sobre nacionalizar multinacionales mineras y de gas natural. Su asesor económico, Pedro Francke, afirmó en julio que evalúan subir los impuestos a las ganancias debido a los altos precios del cobre, que superan los 10 mil dólares la tonelada.

Los historiadores dicen que es el primer campesino que llega a la presidencia en 200 años de independencia republicana en un país que fue colonia de España entre 1542-1821 y donde hasta ahora los indígenas reciben casi siempre lo peor de los deficientes servicios públicos de una nación que se jactó de ser la estrella económica de América Latina en las primeras dos décadas del siglo XXI.

“No existen casos de una persona desvinculada con las élites profesionales, militares o económicas que llegue a la presidencia”, dijo a Ideeleradio Cecilia Méndez, una historiadora peruana especializada en el rol del campesinado y profesora de la Universidad de California-Santa Bárbara.

Ganó por más de 44 mil votos encima de Fujimori y con la élite empresarial en contra. Roque Benavides, empresario minero, dijo a la televisora Latina que los mensajes de Castillo “han sido erráticos, un día diciendo una cosa y otro día otra cosa”. El premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, afirmó que Castillo “representa la desaparición de la democracia y la libertad en el Perú”.

Militares jubilados enviaron una carta al jefe de las Fuerzas Armadas pidiéndole no respetar el triunfo del izquierdista y Fujimori dijo horas antes que aceptará la victoria de Castillo, pero que es una victoria “ilegítima” porque ganó con “fraude”, una acusación que no pudo probar, pero que ha frenado la designación luego que ella pidiera anular miles de votos en favor del profesor, sobre todo en comunidades indígenas y pobres de los Andes que sufragaron de forma abrumadora por él.

“No pongamos los obstáculos para sacar adelante a este país”, le pidió Castillo a Fujimori en su primeras palabras frente a cientos de seguidores frente a su local en el centro de Lima.

Estados Unidos, la Unión Europea y 14 misiones electorales determinaron que las elecciones fueron limpias. Estados Unidos consideró a los comicios un “modelo de democracia” para la región.

Steven Levitsky, politólogo de la universidad de Harvard, dijo a radio Exitosa que Castillo llega “muy débil” y en algún sentido es “muy parecido” a Salvador Allende cuando accedió al poder en Chile en 1970 y a Joao Goulart, quien llegó a la presidencia de Brasil en 1961. “Tiene casi todo el establishment de Lima en su contra”, indicó el experto en política latinoamericana.

Levitsky añadió que, si Castillo intenta cambiar la Constitución Política de Perú –promulgada en 1993 por el encarcelado expresidente Alberto Fujimori, padre de Keiko Fujimori, y defendida por empresarios y políticos de derecha– “sin construir un consenso, (sin) alianzas con partidos de centro, sería muy peligroso porque sería una justificación para un golpe”.

Castillo reafirmó el sábado que su gestión impulsará un cambio de la Constitución para “terminar con la histórica discriminación que sufren nuestros pueblos andinos, amazónicos, afrodescendientes y nuestras poblaciones vulnerables a la violencia machista, clasista y racista”.

Según los expertos, el camino para reescribir la Constitución no será fácil para Castillo porque necesitaría un fuerte respaldo en el Congreso unicameral, pero el izquierdista no cuenta con los votos suficientes para abrir la primera llave que consiste en modificar un artículo de la actual carta magna para incluir que ésta puede ser cambiada mediante una Asamblea Constituyente.

Cientos de peruanos de diversas regiones acampan desde hace más de un mes frente al Tribunal Electoral en Lima para esperar la proclamación de Castillo. Muchos vienen con su propio dinero y no pertenecen al partido del izquierdista, pero confían en el profesor porque “no será como los otros políticos que no han cumplido sus promesas y no defienden a los pobres”, dijo Maruja Inquilla, activista ambiental que llegó desde un pueblo cercano al Titicaca, el lago mítico de los incas.

El presidente electo trabajó los últimos 25 años como maestro de primaria en su natal San Luis de Puña, una remota aldea de Cajamarca, región norteña donde en 1533 el último líder inca, Atahualpa, ofreció a cambio de su libertad dos cuartos de plata y uno de oro a sus secuestradores españoles que incumplieron el pacto y lo asesinaron. “Cajamarca es el lugar donde se ha pagado el precio más caro por la libertad”, reflexionó en abril Castillo mientras recogía camotes de su huerta. Usaba sandalias de caucho y sombrero de ala ancha, como los campesinos de su comunidad donde el 40% de niños son desnutridos crónicos y más de la mitad apenas tiene educación primaria.

A diferencia de otros sindicalistas que antes de llegar a la presidencia fueron diputados, como Evo Morales en Bolivia o Luiz Inácio Lula da Silva, que se postuló tres veces antes de gobernar Brasil, Castillo alcanzó el máximo cargo en su primera apuesta, sin haber ejercido cargos públicos.

En 2017 lideró la mayor huelga de maestros en 30 años en busca de mejores sueldos y, aunque no logró mejoras sustanciales, se sentó a conversar con ministros, legisladores y burócratas. Así empezó a entender el mecanismo interno de las negociaciones con el poder.

En 20 años los peruanos fueron testigos que la experiencia previa o los títulos universitarios de sus cinco expresidentes no sirvieron para luchar contra la corrupción, el problema que más preocupa después del coronavirus, según los sondeos. Todos los exmandatarios están investigados por la fiscalía por posibles coimas ligadas a obras de infraestructura de la constructora Odebrecht u otras empresas.

Castillo recordó que el primer giro de su vida ocurrió una noche siendo niño, cuando su maestro persuadió a su padre para que le permitiera acabar su educación primaria en una escuela a dos horas de casa. Ocurrió mientras ambos adultos masticaban hojas de coca, costumbre andina para disminuir el cansancio. “Pedro debe seguir estudiando” fue la sugerencia, según el presidente electo.

“Ha sufrido mucho en su niñez”, dijo después su esposa, la profesora Lilia Paredes, de 48 años, mientras lavaba los platos y las ollas en su casa junto a sus hijos Arnold, de 16 años y Alondra, de 9. A diferencia de los hijos de los presidentes de los últimos 40 años, que han estudiado en colegios privados y costosos, los hijos de Castillo asisten a la escuela pública.

Se acostumbró a largas caminatas. Llegaba al aula de clases con mis llanques (sandalias campesinas), con una alforja de lana en el hombro, un cuaderno y un almuerzo consistente en camotes o tamales que se enfriaban con las horas, dijo de sí mismo Castillo. “Era el alumno que venía de lejos”, recordó.

Agregó que su vida quedó marcada por el trabajo que realizó de niño junto a sus ocho hermanos, pero también por el recuerdo del trato de siervos sin tierra que recibieron sus padres analfabetos que vivían en los dominios del hacendado Juan Herrera en San Luis de Puña. Lloró cuando recordó que, si no pagaban el arriendo, el hacendado se quedaba con las mejores cosechas.

“Te quedabas mirando lo que habías sembrado, te agarrabas el estómago, y eso no lo voy a olvidar, tampoco lo voy a perdonar”, dijo (Agencias).

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