Sonora Power por Demian Duarte
El domingo 1 de diciembre se cumplió el sexto aniversario del arranque del proceso transformador de este país, encabezado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador y claro que es toda una efeméride y un suceso político que es necesario recordar y entender.
Se le atribuye al filoso e historiador griego Cicerón, aquella frase de que la historia es la maestra de la vida y es tan claro el hecho que, muchos siglos después Carlos Marx aventuró la tesis de que aquellos pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla.
Andrés Manuel López Obrador fue un maestro de la interpretación de la historia y de los sentimientos del pueblo, supo convertirse como líder político y social en el vaso catalizador de todos los anhelos de un pueblo oprimido y explotado.
Fue tan inteligente Andrés Manuel que supo resumir historia y sentimientos del pueblo y mezclarlos con un poco de socialismo, un mucho de keynesianismo, una dosis de lo hecho por Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos y dar al final de cuentas una fórmula mexicana.
Se encontró a un país atribulado y harto de la explotación de un modelo económico que no sirvió para el país y a una enorme masa de pobres, gente marginada, pueblos enteros en la injusticia y fue un genio, supo leer su momento y entender la oportunidad.
Andrés Manuel López Obrador es un político único, un líder de masas, una especie de iluminado en medio del cinismo de los políticos tradicionales.
Es además un dirigente con origen en el pueblo, provinciano y con una capacidad de análisis y entendimiento únicos, pero también con una capacidad de comunicarse con el pueblo raso, con el ciudadano común, que los políticos tradicionales perdieron.
Desde el 2006 cuando le hicieron la campaña de que era un peligro para México, ya Andrés Manuel se perfilaba como un líder de la izquierda histórica, alguien capaz de poner al sistema tradicional de rodillas, pero en ese momento incapaz de ganar y hacerse con el poder.
Creo que incluso en ese momento su programa político estaba incompleto y creo que hasta le hicieron un favor al no permitirle llegar. Su movimiento y su postura en aquél momento corrían el riesgo de no completarse, porque le faltaba una estructura.
El mismo López Obrador en el 2012 repitió, sabiendo que perdería, pero en ese momento su búsqueda fue analizar y entender a su nuevo enemigo, ya no se trataba del viejo PRI, se trataba de un Frankestein que pretendía eternizar la idea de la alternancia entre la derecha manifiesta y la derecha del neoliberalismo, el PAN y el PRI, ambos defensores del modelo neoliberal, con sutiles diferencias.
El expresidente se divertía explicando que eran tan diferentes entre si, como la Coca-Cola y la Pepsi-Cola, aunque yo prefiero la definición que los pone a unos como unos hipócritas y a los otros como unos cínicos. Al final del día puestos todos a enriquecerse a costillas del poder.
Está claro que muchos teníamos un diagnóstico claro de lo que sucedía, pero pocos se atrevieron a soñar en ese momento como Andrés Manuel. Mi padre, don Rubén Duarte languideció pensando que el sistema jamás le dejaría llegar.
La sorpresa fue que Andrés Manuel López Obrador en esos años, estudió al sistema, encontró sus debilidades, les jugó con sus reglas, construyó un enorme movimiento social y político y acabó arrollándolos.
Muy pocos lo vimos llegar, muchos dudaron de esa fortaleza y de ese fenómeno político en formación, que arrasó con todo en forma de maremoto.
La responsabilidad fue de él y de muchos otros que formaron ese movimiento.
Hoy Andrés Manuel ve a la distancia su obra y observa a Claudia Sheinbaum Pardo como su sucesora, él como líder político y fundador de un movimiento tomó providencias, no se puede fallar, no se puede flaquear en estos momentos.
Queda claro que la presidenta en funciones es de muchas manera la hija política de López Obrador y que continúa su obra y su visión, pero ella misma aporta sus rasgos y sus matices, que son importantes.
Sin duda alguna vivimos hoy la transformación que el expresidente López Obrador soñó y creo que México cambió profundamente en esos 6 años. No sé a quien le pueda doler, pero entiendo que nuestro país hoy se mueve en una ligar muy distinta a la de hace una década y ese es el México que yo siempre quise ver.
Después de 6 años le puedo decir a mi papá, que las cosas van para adelante, que México cambió, que somos un país fuerte y orgulloso de su historia, con una economía que se fortalece.
Lo malo de todo esto, es que Don Rubén no alcanzó a ver el corolario de esta historia, mi papá murió el 5 de marzo del 2019, pero aquí estoy yo para constatar que el sueño ha sido posible.
Las cosas no son como el imaginó, como las previó, pero al final de cuentas el resultado es lo que importa.
Hoy México es un país del que me puedo sentir orgulloso y va para adelante. Esto es gracias al liderazgo, al empeño y la disciplina de Andrés Manuel López Obrador.
Que a nadie le quepa duda.
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